Antes que nada, es importante aclarar que a Séneca, se le pude considerar un pedagogo por las inferencias pedagógicas de sus escritos. Hay que aclarar que no escribe estrictamente de pedagogía; sin embargo, gracias a estas inferencias, Séneca ha logrado posesionarse como uno de los principales autores influyentes en el ámbito educativo.
Si Lucio fuera un maestro en la actualidad, trataría de enriquecer el alma del hombre por medio de las buenas costumbres y los hábitos buenos. Para Séneca, la fuerza de voluntad antepuesta a las pasiones y a las riquezas, es requisito fundamental del hombre virtuoso.
También, intentaría adherir a sus discentes a las buenas costumbres con el objetivo de lograr alcanzar aquellas virtudes (llamadas por Aristóteles) morales. Enseñaría en la templanza, la prudencia, la fortaleza y la justicia. Sin ponderar una sobre la otra, Séneca, advierte que una persona que no se aleja de las pasiones y no controla sus ambiciones y temores, no deja de alejarse mucho del hombre promedio. Como el hombre tiene muchas caras, le es muy difícil alcanzar la rectitud y la actitud del “sabio”. Por lo anterior, Séneca como docente, trataría manifestar e intentar adherir al discente a la consecución de ese comportamiento congruente y de esas buenas costumbres.
Séneca es considerado pedagogo, por las ideas de formación que presenta. Se dice que el hombre busca la perfección, y de acuerdo a sus actos, puede ir mejorando y acercarse cada vez a ésta. Éste filósofo senador, logra transmitir ciertos principios para encaminarse al bien y al fin del hombre virtuoso.
Independientemente, del alcance educativo de Séneca, es importante considerar la calidad moral de sus criterios. En ningún momento, intenta menoscabar la finalidad misma del hombre; sino que de manera noble y accesible, logra manifestar una manera de ser o actuar, a la que el hombre virtuoso puede adherirse y cumplir su ideal.
Por último, algo que es importante considerar es la importancia que Séneca le da a la fuerza de voluntad del hombre. Aclara que los vicios en un principio son agradables y atrayentes a la naturaleza del hombre, sin embargo, afirma que la felicidad no es adherirse a éste; sino aprender a manejarlo con prudencia entendiéndolo como un yerro contra la rectitud del hombre que ya por ser hombre, tiene destinado un mismo fin.